Al pasar las fechas de Día de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, se comienza a desmontar la ofrenda instalada en los hogares. Por eso existe la duda sobre qué pasa con la comida que se dejó en el altar durante varios días.
Una de las creencias comunes es que nuestros seres queridos llegan para comer y beber de los alimentos ofrecidos. Por eso la comida pierde su sabor pues de alguna forma ellos le quitan la esencia como una forma de convivir en el mundo terrenal.
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¿Qué ocurre con los otros elementos de la ofrenda?
Debido a ello, algunas personas optan por desechar la comida pues ya no tiene su sabor característico. Otra de las opciones es elegir cuáles son los alimentos que todavía pueden consumirse.
Tal vez no podrá ser con los platos servidos para degustar pero sí con botellas o bebidas que no fueron abiertas. Lo mismo ocurre con los dulces u otro tipo de comida envuelta y que no estuvo a la intemperie.
También puede consumirse la fruta que tiene cáscara, como las manzanas, mandarinas y guayabas. Otra de las formas de aprovechar la comida de la ofrenda es alimentar a los pájaros con los restos de pan.
Las calaveritas de azúcar son uno de los elementos característicos de la ofrenda y que aguantan bien el paso del tiempo. Por eso ya sea que se coma el dulce, pues sigue conservando su sabor, o se guarde como adorno para el próximo año.
En cuanto a la flor de cempasúchil, es normal que con el tiempo se marchite y al final se deseche. Sin embargo, en algunos lugares se dan a la tarea de servir como centros de acopio de flores.
Entre sus características es que se utiliza también para control de plagas, pigmentos textiles y remedios naturales.
chp