¿Quién promueve la cultura mexicana en los Estados Unidos?

Es evidente al cruzar las puertas, no estás entrando a un museo normal. La idea termina de consolidarse después de algunos minutos de charla con el presidente y fundador, Carlos Tortolero. La historia del Museo Nacional de Arte Mexicano inicia con un grupo de profesores que, a principios de los años ochenta, organizaron un plan para contar con un museo de arte en el barrio de Pilsen, en Chicago.

Entre las advertencias que recibió de las personas supuestamente conocedoras del medio estaban: que no podrían poner un museo de arte en un barrio obrero, pues en esos lugares no sabían nada sobre el arte; y adicional, que no podría ser gratuito. El mundo del arte, se lamenta Carlos, no los recibió con los brazos abiertos, lo cual fue decepcionante para él. Sin embargo, no desistieron y cinco años después, el museo inició sus operaciones. 

El tiempo e incluso, lamentablemente, la pandemia de COVID 19 le han dado la razón. Durante el cierre en los años del azote por la enfermedad, no perdieron fondos del mostrador de ingreso, pues la entrada siempre ha sido gratuita. Se habían preparado, sin saberlo, para poder seguir funcionando. Otros grandes museos siguen sufriendo por los ingresos no recibidos por concepto de entradas en ese periodo. 

Actualmente la institución cuenta con alrededor de 21 mil obras, siendo la institución cultural mexicana más grande fuera de México. El museo además tiene un convenio con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, conocida abreviadamente como Unesco, para garantizar la legal procedencia de las obras que han de incorporarse a su colección.

Esto implica el rechazo de algunas obras que no cumplen con estos estrictos lineamientos. La mayor parte del personal del museo son mujeres mexicanas, las explicaciones de las obras están en español e inglés y las personas que llevan a cabo los recorridos deben ser bilingües.  

Entre las actividades que han realizado, destaca la del Día de Muertos, para la cual hace dos años recibieron la visita de Jill Biden, primera dama de los Estados Unidos, y el año pasado llevaron la primera ofrenda de Día de Muertos a la Casa Blanca. Este año estarán llevando artistas de México y Los Ángeles para presentar la exposición en París. Este museo es reconocido desde hace muchos años como un centro cultural importante. César Chávez, el popular líder campesino y activista de los derechos civiles dio su último discurso público en este museo. Fue el quien popularizó la frase «sí se puede», que retomó Barack Obama para su campaña en 2008. 

En el museo al arte popular forma parte de las exhibiciones con la misma relevancia que otras obras plásticas, como parte del arte contemporáneo mexicano. Aunque ha recibido críticas al respecto, su apoyo por la creación artística no se fundamenta en estas categorías tradicionales, el presidente del museo asegura que han conseguido consolidar un modelo museográfico distinto, más afín a las necesidades y representaciones de las comunidades mexicanas, sin someterse a las exigencias de la América corporativa. 

La mitad de quienes visitan el espacio son de la comunidad mexicana, pero la otra mitad pertenece a otros grupos. Esto es importante para él, pues además de atender a su comunidad, en segundo lugar, tiene como objetivo enseñar sobre su cultura desde una perspectiva mexicana. Las historias que más aprecia son las manifestaciones de orgullo del museo de las personas mexicanas que se sienten parte de este, pues se identifican con las obras, dinámicas y actividades culturales que organiza el museo. 

La visión que tiene el Mtro. Tortolero del llamado mundo del arte es crítica. No admite los modelos tradicionales y se ha esforzado por crear y fortalecer el espacio como uno propio de la comunidad, como uno que, según sus propias palabras, tiene como función principal conservar y promover la cultura mexicana según las necesidades de esta.

Narra que esto ha implicado, en ocasiones, perder recursos de donaciones que vienen amarradas con exigencias que quitarían libertad a la curaduría y manejo del museo. El museo es gratuito, aceptando aportaciones voluntarias de quienes visitan, por lo que el trabajo de buscar donaciones es arduo. Esto se basa el punto de vista que tiene de que el arte es parte del espíritu humano, y como tal debe estar accesible a todas las personas. Enfatiza, para el caso de los museos mexicanos, que, si se es parte de un pueblo originario del país, el ingreso debería ser gratuito. Incluso si no fuera el caso, pero no se tienen los recursos, el acceso a los lugares culturales no debería estar limitado por eso. 

Asegura que la esfera artística institucional en Estados Unidos es racista y elitista. Se enfrenta a lo que considera comentarios discriminatorios, por ejemplo: «¿Por qué el museo solo considera la cultura mexicana?». Para él esto implica que dicha cultura no es suficiente, pues ese tipo de comentarios no se hacen en muestras o exposiciones de artistas europeos. «No recuerdo haber votado que el arte europeo sea mejor que el arte mexicano».

Paradójicamente, para él, la izquierda política y progresista es quien ha generado este clasismo en el arte, por lo que con la derecha atacando a los mexicanos y la izquierda impidiendo la accesibilidad universal al arte «¿quién está de nuestro lado en este país?» exclama. Las políticas del arte son racistas y elitistas, y él piensa que es un problema que mientras no sea reconocido, no derivará en mejores políticas públicas para muesos y arte. 

Ha trabajado, no por ser aceptado, pues eso solo puede hacerlo su comunidad, pero sí por ser respetado por el resto del mundo artístico. Para él la cultura mexicana es increíble, pero se debe luchar para conservarla en Estados Unidos, pues la enseñanza de esta en las escuelas estadounidenses es limitada o simplemente errónea.  

Carlos Tortolero es mexicano, y es un ejemplo de la exigencia al reconocimiento de su identidad de las personas que están al norte de la frontera. Nació en Guadalajara, Jalisco y se considera un férreo defensor del derecho de las personas a la autodeterminación de su cultura.

A través del museo que dirige busca fortalecer las voces de la comunidad mexicana en Chicago, en los Estados Unidos y en el resto de los lugares en los que trabaja. Fue maestro durante muchos años y considera que el sistema educativo deja mucho que desear. En este sentido las escuelas y los museos tienen un largo y difícil camino por recorrer para cumplir su función social. 

Subraya que no se pierde la cultura al cruzar la frontera. Recuerda con cariño las historias de su abuela, y reconoce la belleza de México en las generaciones de mexicanas y mexicanos nacidos en Estados Unidos, cuando se identifican con la cultura de sus abuelas y sus abuelos. Piensa que no se es más mexicano por haber nacido en México.

Señala que no es el caso para muchas personas blancas en Estados Unidos, quienes han perdido su cultura y herencia de los países de origen de sus antepasados. La cultura, considera, es un elemento que nos une, y que no debería dividirnos. A pesar de esto, el círculo intelectual, empresarial y político en México, considera a las personas mexicanas en Estados Unidos como de segunda categoría, y se les trata de manera discriminatoria. 

También piensa que uno de los problemas más serios que debe enfrentar México es el racismo en el país. No solo dentro de sus fronteras, si no con las personas que siguen siendo mexicanas y que se encuentran fuera del país, llevándose tradición y cultura con ellas, y en el caso particular de Estados Unidos, enviando remesas que son económicamente relevantes para el país de origen. 

Se puede ser latino, pero primero mexicano. Critica la imposición de una agenda común para todas las comunidades latinoamericanas migrantes en Estados Unidos. Concuerda con que estas distintas comunidades deben unirse para enfrentar los temas que les afectan en conjunto, pero nunca borrando sus diferencias, las cuáles las hacen únicas, sino abrazándolas y compartiéndolas.

Afirma que no hay una cultura latinoamericana, sino culturas latinoamericanas (en plural), y que cada una enfrenta dificultades particulares en temas tan relevantes como la migración. En este sentido, no apoya ideas como el mes de la herencia hispana, y cuestiona «¿hay acaso un mes de la cultura blanca?¡Yo soy mexicano 12 meses al año!» 

Piensa que las mexicanas y mexicanos no alzamos la voz lo suficiente, y esto es algo que se debe cambiar. Reescribir la historia, reconociendo las partes negativas, con la intención de mejorarlas, debe ser prioridad para la comunidad mexicana; para lo cual debe haber unidad de ambos lados de la frontera. Habrá controversia en algunos temas, pero para conseguir cambios relevantes a veces hay que incomodar o hacer enojar a algunas personas, no puede haber cambios verdaderos sin estos, reflexiona.

El arte es una herramienta crucial para conseguir estos objetivos y los museos deben estar a la altura de desempeñar su papel social verdadero y alzar la voz. Advierte que la mayoría de los museos tiene miedo de incomodar al sistema establecido. Para Carlos Tortolero, un museo es una idea, no un edificio, y esa idea debe ser congruente con los ideales del arte. 

No te pierdas la entrevista completa en dos partes, en la cual podrás escuchar al Mtro. Carlos compartirnos su opinión crítica sobre la percepción que se tiene en México, de quienes se fueron al norte de la frontera. También analiza la situación política y social de la comunidad mexicana en los Estados Unidos, y su relación con la comunidad latina en general.